Arauco tiene más pena

por Gabriel Pizarro
Parece que los tiempos que corren tienen esa extraña capacidad de hacer que ciertas cosas no nos sorprendan o que ciertos conflictos no nos afecten, que sencillamente aprendamos a vivir con cientos de realidades paralelas a la nuestra.

El caso de la Araucanía tiene un poco de eso. Curiosamente jamás ha salido de los informativos, nunca nadie a dejado de contar sobre los violentos hechos que de tarde en tarde hablan de algún ataque en contra de forestales o hacendados en el sur de chile. Los acusados siempre son los mismos, aunque desde hace tiempo los más suspicaces entre nosotros creen que la mitad de ellos no pasan de ser un montaje que busca responsabilizar a las comunidades indígenas del clima de inseguridad que se vive en la zona.

Esta mañana, la muerte del estudiante de Agronomía de la Universidad de la Frontera paso a ser parte de un capítulo más en la misma historia. Hombres encapuchados entrando a un campo para quemarlo todo y acrecentar ese sentimiento de miedo que solamente le da la razón a unos pocos, por cierto, a los que prefieren ver a las comunidades originarias como parte del puzzle armado que quiere mediante el uso de la fuerza mantener el odio y las divisiones.

Por eso es que la historia de Matías Catrileo es parte de lo mismo. Un joven que muere en circunstancias poco claras y que suma un argumento aún más pesado y preocupante. Su cuerpo es trasladado por la zona de Vilcún, sus amigos no quieren entregarlo para que la fiscalía inicie la investigación de rigor. ¿Por qué? Qué hay en el esclarecimiento de esa historia que los comuneros no quieren revelar. Cuál es la razón que tienen para no confiar, para no ceder, para no aparecer.

Las preguntas también son más o menos las mismas. En un nuevo capítulo, un libro repetidos cientos de veces, aunque nadie aún pueda siquiera vislumbrar el final de este libro sobre las penas de Arauco.