A buen entendedor

Que a un parlamentario de alguno de los partidos de la concertación lo saquen a empujones de su partido ya no es la mayor de las novedades. Quizás no nos damos cuenta, pero ha venido pasando desde hace algún tiempo y a ellos, por defecto, hoy se deben sumar a quienes por decisión propia han decidido eliminar su militancia.

El caso de Adolfo Zaldivar no es distinto en eso, pero si en todo lo demás. Está teñido de las más fuertes y profundas disputas internas y lo de la DC pasó a ser lo de Alvear v/s Zaldivar. La cuestión personal llegó a límites imposibles de describir, casi sacados de una novela de intrigas. Ni policiales, ni políticas, ni menos pasionales…, solamente de intrigas, sin siquiera apellido.

Es el mejor ejemplo al mismo tiempo de en qué está clase política, dónde están sus intereses y por cierto de donde nos ubicamos nosotros en todo ese desorden.

Lo digo porque desde hace rato que se anda argumentando que la clase política está “en otra”, que los partidos políticos no representan a nadie y que se han convertido en solamente grupos de poder que velan nada más que por sus propios intereses.

Si bien los argumentos ya los conocemos y la historia nos resulta bastante familiar, no deja de ser interesante detenerse un poco en los alcances que puede tener para ti una cuestión como esta. Esta bien, es la mañosa y permanente intención de querer saber en qué punto los que nos leen o escuchan se relacionan con las noticias que tanto nos esmeramos en procesar. Pero, qué hay de malo en eso. Resulta que el caso de la DC copa portadas, gasta minutos y minutos de los informativos, es el comentario de todo el que se siente un ser informado y al final nos tiene a todos preocupados de una situación que de bochorno tiene mucho, pero que encierra un par de lecciones a considerar.

Cuando las discusiones políticas son por principios, por la posición de un determinado grupo frente a un tema particular o por el apoyo o rechazo a las decisiones de las autoridades, quizás todos entendemos que tomar posición es además de interesante, necesario. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando esas discusiones son sobre la base de asuntos internos, de viejas rencillas jamás enfrentadas o bien de odiosidades personales?

El próximo año es de elecciones, luego vendrá otro de igual condición y yo solamente me pregunto si este espectáculo que hoy presenciamos ayuda en algo para que usted vea en los partidos políticos una verdadera opción de representatividad.