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Wednesday, December 12, 2007

¿Quién define lo que vemos?



Hace un par de meses el crítico norteamericano Jonathan Rosenbaum visitó nuestro país para presentar la edición chilena de su libro “Las Guerras del Cine”, en el festival de Cine de Valdivia. Este libro posee una interesante visión acerca de cómo se mueve el mercado internacional del cine y, particularmente, de cómo llegan las películas a ser –o no- accesibles al gran público.

En este texto, Rosenbaum pone en evidencia una serie de elementos que han caracterizado la manera en que el cine hollywodense se relaciona con el resto de la producción cinematográfica, esto es el cine independiente norteamericano y todo aquello que es filmado fuera de los Estados Unidos. Es interesante que esta reflexión venga desde el centro mismo de la industria, o –como plantea el autor- de una extensión de ella, como son los grandes medios de comunicación. Por lo que es necesario explicar que Rosenbaum (columnista del Chicago Reader) es una figura excepcional al interior del panorama norteamericano. El mismo escritor reconoce que su formación como cinéfilo es producto de haber vivido por varios años en Londres y París, ciudades con una inquietud cultural y con una apertura que le permitieron exponerse a diversas experiencias cinematográficas.

Son estas experiencias las que permiten a Rosenbaum tomar distancia, y poder señalar, por ejemplo, que las grandes productoras de cine norteamericana se coluden con los medios de comunicación para mantener al público pendiente sólo de las películas producidas por ellas mismas, y complicando la distribución y exhibición de cualquier obra cinematográfica independiente o extranjera. El autor plantea que a partir del aislacionismo y la ignorancia propia de los norteamericanos, Hollywood ha querido dar la impresión de que existe sólo un tipo de cine, el que ellos producen.

Mientras leía este libro me preguntaba ¿Dónde quedamos nosotros en todo esto? No es un dato menor que más de el 90% de las películas que llegan a nuestros cines provienen de los grandes estudios norteamericanos. Y que muchos realizadores nacionales –torpemente- escogen ese modelo para la producción y construcción de sus películas. Así las películas chinas, francesas, inglesas, alemanas, argentinas, brasileñas, canadienses, iraníes y un largo etcétera, además de las películas que se producen en Estados Unidos de manera independiente deben compartir con las películas nacionales, sólo un 10% de las pantallas del país. En una economía de libre mercado como la nuestra así son las cosas, se asume que hay cinematografías que son más difíciles y por lo tanto de menor interés, lo que augura pocas ventas de entradas.

En este panorama los medios de comunicación poseen un rol absolutamente trascendental para entregar las herramientas necesarias para que el público pueda reconocer la calidad y el atractivo de este otro cine, y no quedarse con la imagen de que todo lo que la gran pantalla puede ofrecer son glamorosas estrellas y estridentes escenas de acción.

Allí a la audiencia le queda también una tarea: arriesgarse. Hacerse la idea de que existen muchos cines, y que cada uno de ellos posee cualidades que pueden emocionarnos y hacernos reflexionar. Revelarse a las imposiciones del mercado hollywoodense, salir a descubrir nuevos cines y a sorprenderse con lo que ofrecen esas otras películas es la invitación.

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