"There will be blood": Promesas Cumplidas

Dentro de la avalancha de películas “oscarisadas” que llegaron a nuestros cines durante las recientes semanas, la última en arribar fue “Petróleo Sangriento”, cinta por la cual el actor británico Daniel Day Lewis se llevo el premio al mejor actor y que también recibió el Oscar a mejor fotografía, además de estar nominada a mejor película, mejor director, mejor guión adaptado, mejor edición y mejor edición de sonido.

Comprendiendo que los Premios Oscars no son otra cosa que el reconocimiento de la Industria Cinematográfica a los suyos - esto es, a aquellos que entienden el cine no sólo como una expresión cultural y artística, sino también como un buen negocio- y que no se trata de premios a la vanguardia artística o a la creatividad cinematográfica, de todas maneras los Oscars nos sirven para tener algún referente respecto a lo que este tipo de cine propone en estos momentos.

El título original “There will be blood”, cuya traducción literal sería “Habrá sangre”, es una frase que se presenta al mismo tiempo una promesa y una advertencia para el espectador. La adaptación de la novela de Upton Sinclair podría parecer una opción extraña para el director Paul Thomas Anderson, quien alcanzó la fama mundial por su filme “Magnolia” y cuyo anterior largometraje fue “Punch Drunk Love” del 2002. El ritmo vertiginoso de la primera y el look contemporáneo de la segunda son reemplazados aquí por una estética absolutamente distinta. “There will be blood” es una película de época cuya construcción formal sirve para adentrarnos emotivamente a una historia sin héroes y llena de brutalidad.

Daniel Plainview es un magnate del petróleo que ha construido su imperio sin hacer ningún tipo de concesiones. La apertura de la película lo muestra en sus inicios, como minero explorador sacrificándose hasta el extremo por encontrar algo de valor. En el desarrollo del filme veremos que esta hambre de éxito es el motor central de este personaje, el elemento que guía sus decisiones y define su carácter.

La película puede ser desoladora y brillante al mismo tiempo. El uso que hace Anderson de la fotografía, de los tiempos de narración y sobre todo del diseño de sonido hace que el espectador se sienta apresado en la amoralidad de este personaje. La creación de atmósferas está calculada de tal manera que el espectador involucrado podrá experimentar cierta inquietud constante, aun cuando lo que la pantalla muestre no sea –en algunos momentos- tan terrible.

“There will be blood” puede ser una real experiencia cinematográfica. No necesariamente una experiencia agradable, pero si una que da cuenta de las posibilidades de los recursos cinematográficos para producir en el espectador una visita a otra realidad.